Yo sentía como sus besos me secaban la sangre…
Sus caricias me dejaban cicatrices por todas partes…
Me despertaba entre sus brazos y luego me dormía en un lecho de lágrimas, lágrimas mías paridas con dolor, con sabor mucre y olor a rancio.
Su amor siempre fue letal, era un veneno que se bebía de a poco, pero yo insistía en verlo dulce y sentirlo suave, tan dulce como el néctar de esas flores blancas que saboreaba en el campo cuando niño y tan suave como el filo de sus dientes en mis labios.
Sin darme cuenta se me veía vagando sin un punto fijo, con un horizonte borroso y desteñido, embriagado de amor y cerveza, embriagado de desamor y de éxtasis solitario.
Estoy casi seguro de haber asistido a mi propio funeral, fue una tarde de domingo frente al mar cuando volví a estar colgado nuevamente de sus manos y de sus besos…
Hoy ya no soy yo, soy lo que ella quiso que fuera…
Mephistto.
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